miércoles, 27 de agosto de 2014

Motivos para disfrazarse y salir de noche

Apareció otra foto vieja, pero con la particularidad de estar entre las pocas afortunadas que logran superar los estrictos filtros de selección necesarios para estar aquí, en el blog con nombre pretencioso y embustero: enMontevideoUruguay.blogspot.com (quién sabe si esta estupidez que acabo de hacer, automencionarme en mi propio blog, le sirve para algo al tráfico online; los senderos de San Google son inescrutables y farragosos*). 
*Tampoco es que me esté llenando de oro con esto, pero algo siempre seguirá siendo algo...

De cualquier forma, tengo ganas de soltar la foto primero y después reflexionar a su respecto. Como introducción a la imagen solamente diré que recuerdo que este dibujo-graffiti estaba en una pared de Montevideo, pero no tengo ni el menor rastro de asomo sobre dónde exactamente ni en qué contexto obtuve la instantánea. Probablemente en el Barrio Sur, paseando con mi perro. 

Batirrazones (2008) - No seamos crueles con el artista callejero espontáneo; dejémosle pasar el hecho de que se comió la coma que va a continuación del vocativo "mamá".
Le puse Batirrazones porque en ese globo de diálogo reconozco una de las aristas de la razón de ser vengativa y justiciera de don Batman. Es que, sin entrar a realizar un análisis profundo de sus motivos para disfrazarse y salir de noche, Bruce Wayne (¿cómo llegamos de ese nombre al español Bruno Díaz? ¿Y de Dick Grayson a Ricardo Tapia? ¿Merecemos la muerte por latinizadores?) hace lo que hace cuando se batmaniza porque le mataron a los padres y los extraña. 

¿Demasiado simple? Bueno, es discutible. Hay que estar en sus botas para saberlo, y la verdad es que no se lo deseo a nadie. 

Lo que sí creo es que cada cual tiene sus motivos para disfrazarse y salir de noche, y que más gente aún tiene motivos para disfrazarse o para salir de noche. Hay quien vive disfrazado todo el tiempo y hay quien se oculta entre las sombras para poder salir a ser quien de verdad es. Pero muchos se disfrazan para ser quienes en realidad son todos los días, y ahí está el famoso "Síndrome Clark Kent" del que nos habla Bill en la película Kill Bill Vol.2


Cuidado con eso. Nadie está a salvo de los disfraces ni de los disfrazados.


Y hay/habemos otros que no necesitamos de ningún motivo para disfrazarnos, ni para salir de noche. 

Ni para salir.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Uruguay, bienvenido al mundo - Mundo, bienvenido a Uruguay

¿A qué responde este título tan particular y semi capicúa? Ciertamente parece recordar a carteles de antaño del estilo "Gran Kermese Gran", o quizás al de "Hoy Sopa Hoy" que nos cantaba el Choncho Lazaroff. Sí, es algo de eso, pero a nivel globalización y marketing (o márquetin, que también vale según la policía de la Real Academia Española).

Hace un par de años (o sea dos; un par mismo, sin tejemanejes) se inauguró la nueva terminal del aeropuerto de Carrasco cuyo nombre oficial es Gral. Cesáreo L. Berisso y el título de esta publicación, "Uruguay, bienvenido al mundo. Mundo, bienvenido a Uruguay", era el eslogan con el que se publicitaba tal novedad arquitectónica. Creo que sobre esto no tengo mucho que agregar, o al menos no por ahora. Por eso los dejo con la foto, y abajo van letras al respecto.

Arrivals los que luchan (2012) - El título original de la foto era Fragmento de aeropuerto. Este otro lo acabo de inventar, así que cualquier cosa a quejarse a la FIFA, a la Haya, o a la Confederación Americana de Campos Aeroportuarios (sí, la CACA, a no reírse que esta gente pone y saca gobiernos como si fueran huevos en la puerta de una heladera).

Esta foto refleja mi primera impresión sobre el nuevo aeropuerto: un farol, una curva y el cielo dominando, algo que resulta esencial para cualquier aeropuerto que quiera desempeñarse medianamente bien en sus funciones. Es que el aeropuerto techado no ha tenido gran aceptación que digamos (como pasó con los caramelos de sushi).

Así lo vi cuando lo conocí, entre dormido y despierto mientras llegábamos junto al edificio y los motores se quedaban ronroneando pausadamente en la lenta maniobra de detenerse. Me desperecé y me pareció mentira que ya hubiéramos llegado, que el viaje se hubiera pasado tan rápido y que Montevideo se desplegara a mi alrededor (lo cual era bastante improbable, porque el aeropuerto está en Canelones, aunque su código internacional sea MVD).

Pero sobre todo me pareció mentira que eso fuera Tres Cruces. Yo venía del este, de Jaureguiberry, en el Copsa, y todavía no había tenido oportunidad de entrar al predio del nuevo aeropuerto. Solo lo había visto de lejos, pasando por la ruta Interbalnearia, y de más lejos, por la Giannattasio. ¿Qué querés que te diga? Lindo, lo que se dice lindo, no me resulta, pero me cae más simpático que el otro. Me recuerda a un fósil de lo que fuera el descomunal ancestro de los bichos bolita.

Para terminar, solo quiero agregar que nunca me subí a un avión, y si algún día alguien tiene que meterme en uno, le recomiendo que mire aquellos capítulos de "Los Magníficos" en los que tenían que lograr que Mr. T hiciera lo propio, para que puedan sacar ideas.


¿Cómo tus padres te van a poner de nombre "Cesáreo"?
De ahí a que haya niños que se llamen "Probeto" hay apenas centímetros...

miércoles, 6 de agosto de 2014

La tibieza de la cerveza - Basado en hechos reales

—¡Eh, cantinero! Póngame una cerveza bien helada.

—Enseguida, caballero —Isaac tomó una jarra de la repisa, la refregó con su grasoso delantal y la llenó hasta el borde con la espumosa e incomprensiblemente helada cerveza, tan, pero tan, tan fría que haría estornudar al oso polar más abrigado de la manada. Se la tendió al recio cowboy que la había pedido, aún tratando de descifrar por qué el muy maraca no tomaba whiskey, como cualquier son of neighbour—. Sírvase, caballero.

El sediento cliente echó a su espalda el aludo sombrero y empinó la jarra. Al entrar la cerveza en contacto con sus labios su piel se cuarteó y resquebrajó prácticamente de inmediato, su rostro adquirió un preocupante tono azulado y todo su cuerpo se crispó en una parálisis que conservaba un apenas perceptible temblequeo, una suerte de vibración, casi un zumbido físico. Frío no era un estado ni una sensación para él en ese momento; era un concepto superior, inexplicable y por demás elevado, como el Amor, la Fe o la Angustia De Los Domingos Al Caer La Tarde. Con la jarra soldada contra su boca y así tiritando, el vaquero cayó lentamente hacia atrás, chocando de espaldas contra el piso y quebrándose en incontables fragmentos cristalinos, con un estrépito que interrumpió la música y los sonidos de algarabía propios del saloon a esa altura de la noche. 

Los cubitos de hielo-cowboy cubrían todo el piso del lugar. Algunas de las coristas que revoleaban piernas y múltiples enaguas sobre el escenario se desmayaron ante la visión absurda de un hombre fragmentado cual si fuera de porcelana ártica, y algún que otro parroquiano salió más rápido que ligero del lugar sin mirar atrás, oliéndose en el aire la sospecha de estar siendo testigo de un poco acostumbrado homicidio, culposo o no, pero homicidio al fin.

El sheriff O'Flanagan, con sus recios bigotes y su casi inconstitucional manera de impartir justicia, no tardó en apersonarse en el sitio de la tragedia. Con presteza, el lugar fue acordonado, los testigos retenidos para recoger sus versiones del hecho y el pobre Isaac, aún perplejo y lloroso, detenido bajo sospecha de "congelamiento intencional mediante beberaje de maltas seleccionadas". 

La perspectiva para el pobre cantinero era desoladora. Mucha gente había visto lo sucedido y era muy difícil no pasar por culpable absoluto de lo que le había pasado al vaquero de garguero blandito. Mientras yacía en su pequeña y maloliente celda, meditando y repasando mentalmente cada momento de esa noche como si los recuerdos fueran vasos y su conciencia un sucio delantal, la triste melodía de una armónica que sonaba en la celda contigua le hizo rememorar su infancia, a sus padres y sus abuelos, abnegados luchadores que habían logrado conquistar esas tierras olvidadas de Dios, tapizadas de salvajes y búfalos. En el fondo de sus ojos veía a su abuela, la rusa nana Aleika, que de vez en cuando le aconsejaba entibiar siempre toda bebida o alimento antes de consumirlo, justificando el consejo con la historia del triste deceso de sus antepasados en las estepas siberianas por comer de postre en invierno un palito, casata o bombón helado, nunca recordaba exactamente cuál porque los nombres se le entreveraban con la letra de una canción tradicional veraniega. 

Con tal recuerdo atosigando su cabeza, se prometió a sí mismo ser más tenaz en prevenir a sus descendientes sobre los riesgos de "andar zarpado en frío" —según sus propias palabras registradas en su testamento y última voluntad (en inglés en el original, por supuesto)—. Fue así, por ese final documento legado al futuro, que desde entonces cada uno de los hijos, nietos, bisnietos y etcétera de Isaac que ha tenido la responsabilidad de servir una cerveza helada ha tomado todo tipo de recaudos para no sufrir las consecuencias que debió afrontar su desafortunado antecesor, sin importar lo descabellado o ridículo de la medida. 

Isaac Kantinovich fue condenado a morir en la horca al amanecer, un tibio jueves de abril hace ya más de un siglo, en un lugar muy muy lejano de donde yo hoy escribo.

Brindo por él y sus herederos dispersos por el mundo. Con mi cerveza tibia, obviamente. 

La tibieza de la cerveza (2012) - Un título más rebuscado de lo que parece,
para la foto de un cartel más rebuscado de lo que sería recomendable. 
Algunos comentarios de interés:

- La foto la saqué la noche del desfile del Carnaval de las Promesas en diciembre de 2012. Estábamos por allí con dos familiaresamigos, y como el ambiente en la explanada de la Intendencia de Montevideo estaba tendiendo a espeso nos fuimos a un bolichito-kiosko que está por la calle Santiago de Chile entre San José y Soriano a tomar una (no tan) fría. Afuera del comercio descubrimos este cartel.

- El veterano que atendía tenía pinta de ruso. Y bastante cara de Isaac. Y barba canosa. Y atendía por un reducido ventanuco después de que lo hubiéramos llamado tocando timbre en un portero eléctrico. Todo muy posmoderno...

- No me fui tan al carajo como parece con el texto, no crean.


Bo, ¿se nota mucho que esta foto fue sacada tan, pero tan, tan con un celular?